miércoles, 29 de diciembre de 2010

Capitulo II

Mientras esperaba al ascensor Víctor no paraba de hacerse preguntas. ¿Cómo esa gente le conocía? ¿Y todas esas fotos y recuerdos? Todo parecía girar en torno a él y no encontraba la explicación. Pensó en muchas hipótesis: Desde una broma de sus amigos, hasta conspiraciones alienígenas pero ninguna le parecía válida. Esperaba y esperaba. Los ascensores de este hotel recorren una gran cantidad de pisos.
Las puertas interiores del ascensor se abrieron y antes de abrir la reja de seguridad se dio cuenta de que había alguien más dentro de la cabina.

-¿Baja?

Era un hombre de avanzada edad. Vestía de una forma muy elegante: un traje beige inmaculado, corbata negra lisa, borsalino blanco con una cinta de color negro y un bastón de madera de roble con una empuñadura de oro blanco.

-Si, Planta cero.- Víctor sabía muy bien quién era ese hombre. Quería hablar con él, pero no quería parecer estúpido y llamar su atención como el resto de los mortales lo hacía.  Eso le hacía sentir un número más.

- Si, soy yo.- Dijo el anciano con una amable sonrisa.

-¿Cómo es posible que sepa que le conozco si ni siquiera he tratado de hablar con usted?

- Tus ojos. Son dos ventanas abiertas de par en par. En cuanto me reconociste supe que has leído varias de mis obras.

-¿Es bueno eso?

-¿Leer mis libros?

-No. Eso de tener unos ojos tan fáciles de descifrar.

-Depende. Ser tan fácil de descifrar te vuelve vulnerable. La gente podría desnudar tu mente y buscar aquellos lugares más recónditos, tus debilidades y buenas intenciones en los que entrar, aprovecharse y  hacerte daño. Hay que ser astuto y saber a quién sonreír.

-Pero la gente no es mala por naturaleza. No entiendo por qué alguien querría hacer daño a otra persona.

-Precaución. Eso es todo. Es difícil de creer de veras, pero no todo el mundo es “cristiano” por decirlo de algún modo señor…

-Víctor.  Parece ser usted el único que no me conoce en este hotel don Gustavo.

-Por favor, solo Gustavo. Y no, yo no le conozco de nada pero, Cuénteme ¿Qué hace un joven con tanta energía y vitalidad en un sitio como este?

-Sinceramente no lo sé. Una carta en el buzón de mi casa me dijo que tenía hospedaje en este hotel y vine a visitarlo. No se si esto es una clase de broma pero me resulta un tanto macabro que la gente del hotel me conozca y mi habitación este llena de mis objetos y recuerdos.

-No se imagina el poder que tiene este hotel de transformar a la gente. Si estas aquí es porque hay algo dentro de ti que necesitaba venir, que tenias algo que arreglar y el hotel te ha invitado a venir.

-Esto es de novela de Stephen King.

-Puedes creerlo o no. Eso depende de ti.

-¿Y qué hace usted aquí Gustavo?

-Escribir. Me encanta este lugar porque da un juego increíble a la hora de crear. Aquí todo es posible si uno lo desea de verdad ¿Sabes?

Las puertas del ascensor se abrieron. Estaban en la segunda planta y Gustavo salió de la cabina con un andar lento pero garboso.

-Un placer hablar con usted señor Víctor. Espero verle por aquí y charlar más tranquilamente.

-El placer ha sido mío. Esperare con ganas nuestro próximo encuentro.

Y así termino la charla. El ascensor continuó bajando hasta la planta cero con Víctor dentro tratando de encontrar el principio de la cuerda de la que tirar y dar con la respuesta de todo esto a sabiendas de que no sería tan sencillo.

-Al menos “conozco” a alguien.- Pensó.

Girando hacia la izquierda desde el vestíbulo principal se encontraba lo que él bautizó como “el bosque”. Era demasiada extensión de tierra como para llamarlo jardín o patio. Al salir, un sol directo y cálido le bañó por completo. La hierba era alta, verde y fresca. Una alfombra persa suave, cálida y fría. Decidió quitarse las zapatillas y sentir la humedad y las gotas de agua corretear por sus pies como niños jugando al escondite.
Y allí estaba él. Ese chico indefenso de piernas peladas debido al tropezón al que sus padres ignoraban. Antes de llegar al pequeño, pasó delante de ellos tratando de saber por qué ignoraban a su criatura. Quizá sus conjeturas no fueron acertadas y no eran sus padres pero, ¿Quién era capaz de ignorar el llanto de un niño?

1 comentarios:

nosolovivodelaire dijo...

jumm

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